¿De algo ha servido el Día sin carro?

Ante la permanente dificultad de movilidad que presentan las ciudades, iniciativas como el Día sin carro resultan ser un respiro para la cotidianidad. El impacto inmediato se refleja en mayores velocidades de desplazamiento, pero en el tema ambiental el impacto directo en la calidad del aire es bajo. 

Vale la pena preguntarnos, ¿de qué ha servido esta jornada? Sin duda, este ejercicio a lo largo de 21 años ha conducido a la construcción de una ciudadanía que piensa diferente y explora diversidad de alternativas para aportar en la construcción de una ciudad sostenible.

Poco a poco, como en la vida, se ha ganado conocimiento y resaltado la importancia de este tema, al punto de evidenciar aquellos actores móviles que aportan al deterioro de la calidad del aire, y sumar, por ejemplo, la restricción al uso de motos como resultado de este reconocimiento. Aunque el ejercicio es considerado positivo, también se ha convertido en un tormento, pues las alternativas de movilidad para la ciudad aún no despegan en la proporción requerida.

Por un lado, Bogotá adolece de un sistema de transporte integrado consolidado, eficiente y seguro que sea una alternativa real para las personas, y aunque algunas opciones aparecen, sin que se haya previsto su adecuado manejo/regulación (patinetas), aún son elementos limitados a algunas zonas de Bogotá.

A ello se suma el estado de los buses de la ciudad, un gran contraste de la jornada, ya que al incrementarse su operación, se refleja el aumento de las emisiones, perjudicando el objetivo esperado.

Como en todo, hay matices. Pero, y ahora, ¿qué sigue? Ante una ciudadanía que ya reconoce el tema de movilidad y calidad del aire como algo importante, ¿se debería optar por avanzar en la iniciativa?, ¿implementar un día sin transporte de carga? Está claro que esto permitiría estudiar el impacto en vías cruciales por donde se mueven bastantes personas, midiendo el impacto que tiene esta flota en la calidad del aire (emisiones) y movilidad. Asimismo, dada la época del año, es importante considerar las condiciones meteorológicas adversas para la distribución de contaminantes.

La primera alternativa que surge es el uso de la bicicleta, pero faltan condiciones en cuanto a la capacidad de parqueaderos en las estaciones de Transmilenio,hay trayectos inseguros y algunas rutas carecen de facilidades para transitarlas. Todo esto sin contar la exposición a la contaminación, que es significativamente alta.

Existe información amplia para el diagnóstico, es hora de tomar acciones y arriesgarse a definir las zonas para impulsar otros tipos de movilidad. Además, es necesario que estas jornadas dejen de verse como un castigo, tanto para quienes a diario utilizan el carro como para aquellos que cuentan con opciones limitadas para recorridos largos y retirados de los centros activos de la ciudad. Por el contrario, el éxito de la jornada radica en vincular la mayor cantidad de población posible a una nueva dinámica.

Bogotá debería generar una planeación unificada en donde las empresas y universidades (públicas y privadas) hagan cierres tempranos de jornada para integrar el mayor número de personas a algún tipo de actividad social, cultural o comercial, promovidas principalmente por el Gobierno. Esto contribuirá a generar realmente un cambio a nivel local, viendo la ciudad no solo como un espacio para trabajar, sino para vivir. Ese sería el camino para empezar a consolidar zonas peatonales o sistemas de transporte activo.