¿En dónde quedó la ética?
Omar Alonso Patiño
Director del Departamento de Gestión y Organizaciones – Universidad Ean
Agosto 10, 2017
Actualidad
Hoy no voy a hablar de política porque sería interminable enumerar todos los casos que se ajustan al tema que hoy quiero tocar; al fin y al cabo, es nuestro pan diario y hemos aceptado muchas cosas bajo un concepto que ha hecho carrera en nuestra política: el de la polarización.
Hoy quiero hablar de nuestros actos, los del día a día, aquellos que vienen atados a nuestro ADN como sociedad y que desafortunadamente son considerados buenos o malos según las posiciones que se ajustan a lo que somos como personas, más allá de que estén en el marco de la ley o de lo ético.
"Muchos de nuestros actos son considerados buenos o malos según las posiciones que se ajustan a lo que somos como personas, más allá de que estén en el marco de la ley o de lo ético."
La separación de James y los insultos que ha recibido Daniela Ospina por tomar una decisión que a nosotros no nos incumbe; la simulación de una agresión por parte de Teo, que generó una revuelta entre quienes defienden lo indefendible y quienes desean hundir la espada hasta lo más profundo; o la acusación de violación por parte de una prostituta que no recibió su pago, son tan solo algunos de los hechos mediáticos que nos han ocupado en los últimos días.
Sin embargo, para nosotros, los ciudadanos de a pie, actos semejantes no son ajenos. Es moda que en lugar de actuar nos dediquemos al chisme; que frente a una pelea callejera activemos nuestro celular para grabar, mas no para llamar a la Policía; que ante una injusticia prefiramos callar para evitar los contratiempos de una denuncia; y que acojamos como cierto y como un fenómeno de la época el concepto de la posverdad, cuando no deja de ser el encubrimiento más fraudulento de la mentira vil y malintencionada.
En algunos casos, no en todos los citados, estamos ante posibles violaciones de la ley que pueden y deben ser castigadas. En otros, estamos simplemente frente al discernimiento que nos implica decidir entre lo bueno y lo malo, lo conveniente y lo inconveniente o, incluso, lo que me produce mayor emoción o placer, al margen de que esté actuando bien o mal.
Lo preocupante de lo anterior radica en la enseñanza que le estamos dejando a nuestros hijos, a las próximas generaciones. Y más cuando toleramos frases coloquiales como “no importan que roben si se ve el resultado”, “que roben pero que roben poquito” o aquella de nuestro expresidente Turbay, quien con una “ingenuidad” que nadie creyó, se atrevió a llevar la corrupción a “sus justas proporciones”.
"Es preocupante que toleremos frases como aquella de nuestro expresidente Turbay, quien se atrevió a llevar la corrupción a “sus justas proporciones"
Este último ejemplo refleja nuestro comportamiento social. Podemos ser tan solo un poquito deshonestos, podemos hacer un poquito de trampa, podemos engañar a la señora de la tienda, podemos copiar en el parcial si el profesor no se da cuenta, etc.
Años atrás, en Colombia, la enseñanza de las humanidades era un elemento fundamental en el proceso de formación desde la temprana edad. Las cátedras de comportamiento y ética existían, y se hacía especial énfasis en que los niños distinguieran entre lo bueno y lo malo. Hoy, que estamos frente al deterioro de los valores con los que fuimos formados, no nos queda otra que asumir la responsabilidad de enderezar el camino. Padres, docentes, directivos y empresarios debemos asumirla y propender por un futuro menos negro del que hoy estamos avizorando.
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