Universos paralelos: 25 años después del COVID-19

Enrique Gilles
Docente de la facultad de Administración, finanzas y ciencias económicas - Universidad Ean
Actualidad

Bogotá, diciembre de 2045.

Luego de las continuas presiones de los gremios empresariales que recibió el Gobierno de Iván Duque durante todo el año 2020, marcado por los devastadores efectos económicos de la pandemia del coronavirus, el Gobierno pasó un proyecto de ley para la eliminación del salario mínimo, el cual fue aprobado por amplias mayorías del Congreso en noviembre, justo antes de la discusión sobre el reajuste de este salario.

Al momento de la reforma, la economía aún no se recuperaba de la crisis y había más de seis millones de personas desempleadas. La gente estaba saliendo otra vez a protestar a las calles y la situación social se deterioraba rápidamente, poniendo en peligro la seguridad pública y la convivencia en las principales ciudades del país. Ya superada la peor parte de la emergencia epidemiológica, era necesario tomar medidas para reactivar la economía; la cohesión social estaba en peligro.

Aprovechando la eliminación del salario mínimo, las empresas que sobrevivieron a la pandemia renegociaron los contratos con sus empleados ante la mirada atónita de las centrales sindicales, las cuales ya tenían poco poder efectivo para influenciar la política, a causa de sus divisiones y a la pérdida de afiliados. Todo esto resultó en una caída en el ingreso promedio de los trabajadores.

Sin embargo, la medida facilitó la contratación por parte de las empresas, lo cual se reflejó en una disminución del desempleo y un nuevo impulso a la economía, de la mano de un aumento en la capacidad de compra en los hogares. En pocos meses había más gente trabajando, pero en promedio cada uno estaba peor que antes. Los niveles de consumo volvieron a los niveles anteriores a la pandemia.

No obstante, lo promedios esconden realidades bien diferentes; por un lado, la incipiente clase media que surgió durante los felices años del boom de los commodities (tiempo en el cual subieron los precios de las materias primas) se vio fuertemente golpeada y muchas familias volvieron a la pobreza; por otro lado, quienes antes trabajaban en la informalidad accedieron por primera vez a cobertura en salud y pensión.

Lo vivido en aquel difícil año bisiesto del 2020 dejó profundas consecuencias en los colombianos, quienes aprendieron varias lecciones. En primer lugar, la convicción sobre la necesidad de contar con un seguro para enfrentar situaciones como las vividas en la pandemia, y el convencimiento que dicho seguro debe ser provisto por el Estado. En segundo lugar, el rol de la educación como pilar fundamental para la movilidad social y el ejercicio pleno de la libertad. Finalmente, y como consecuencia de los anteriores, la urgencia de reformular el “contrato social” colombiano para hacerlo más justo, democrático y equitativo.

Todo esto comenzó a reflejarse con una reforma tributaria que por fin adoptó los principios de progresividad, equidad y eficiencia, contemplados en la Constitución de 1991. El nuevo sistema tributario simplificó el régimen a las empresas, haciéndolo más llano, previsible y transparente, a la vez que eliminó exenciones acumuladas en años de malos gobiernos, amigos de malos empresarios. Por otro lado, implementó la declaración universal de renta, apoyado en tasas impositivas fuertemente progresivas; ahora quien gana más, paga más.

De la mano del apoyo popular que logró el nuevo Gobierno instalado en el año 2022, la reforma fue un éxito y muy rápidamente creció la recaudación, lo que sirvió para financiar una amplia reforma al sistema educativo, al mismo tiempo que permitió mejorar por primera vez los niveles de desigualdad que caracterizaban a Colombia en el pasado.

El impulso dado a la educación hizo que la economía colombiana se sofisticara y lograra por fin diversificar su oferta exportadora, superando definitivamente la era de las exportaciones minero-energéticas, que ahora son mínimas. Hoy, 25 años después de aquel fatídico 2020, nadie recuerda el salario mínimo, ya que todo el mundo gana al menos el doble en comparación con aquella época.

Bogotá, junio de 2020.

Volviendo al presente, me gustaría que mis hijos vivan en ese futuro paralelo; uno más justo, más horizontal, más democrático, más incluyente. ¿Cuál es su universo paralelo favorito?

 

 

"Me gustaría que mis hijos vivan en ese futuro paralelo; uno más justo, más horizontal, más democrático, más incluyente".

 
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