Homo zombies

El estudiante universitario está rodeado de diversas experiencias que probablemente no encontrará en otro punto de su vida; sin embargo, el único momento rutinario presente en la vida universitaria son las clases. Ahora bien, algunos estudiantes piensan que estos momentos pueden ser aburridos y monótonos, pero dentro de estos espacios existen muchos fenómenos interesantes sobre los cuales vale la pena reflexionar y vivenciar.

Dentro de esta diversidad existe un fenómeno en particular al cual yo denomino: “la espiral del silencio en las clases”. Dicho fenómeno se refiere a la poca o nula participación que hay en las clases debido a la presión social que genera el grupo sobre cada estudiante.

En la dinámica del salón de clases existen ciertas reglas no escritas con las que el grupo interactúa, y una de estas es no ir en contra de la mayoría. Si bien existen algunas excepciones, los estudiantes tienden a no romper esta regla jamás, prefieren guardarse sus dudas y opiniones antes de tener una discusión. Como resultado suelen generarse problemas de aprendizaje en el aula los cuales moldean al estudiante para mover la cabeza y repetir lo que escuchan, pasamos de estar en una clase a estar rodeados de “zombies”.

Por otro lado, podemos pensar que este comportamiento es algo nuevo, pero la verdad es que esto se remonta a las mismas características primordiales del individuo. Como seres sociales, estamos condicionados a interactuar con los demás o de lo contrario nos hace sentir unos marginados, excluidos y apartados de la sociedad. Con el fin de evitar este sentimiento, preferimos dejar de lado las ideas y seguir al consenso sin preguntar hacia dónde vamos.

La única forma de hacer frente a esta epidemia es proporcionar, durante el desarrollo de la clase, momentos aptos para el debate y el juego académico. Aunque existan algunas dinámicas obligatorias, lo ideal es darnos la oportunidad de pensar, de idear y de equivocarnos. Si bien de cierta manera los profesores tienen un rol importante en esta situación los únicos responsables somos nosotros los estudiantes; el verdadero antídoto para esta enfermedad es la curiosidad y esta solo se verá reflejada si nos permitimos expresar nuestras dudas o propuestas.

A veces, las ideas más brillantes no nacen de los aciertos sino de las enseñanzas de los fracasos, pero mientras no tengamos la valentía de fallar seguiremos siendo unos zombies en clase.