Era pos-COVID, aún más vulnerable al cibercrimen

José Ramón Agustina
Docente de Ciberseguridad y Compliance - Universidad Ean
Innovación

El cibercrimen no solo había venido para quedarse, sino que en la era pos-COVID-19 ha aumentado todavía más. Ese aumento, previsible por el desplazamiento forzoso de las interacciones económicas y personales al ciberespacio, amenaza con consolidarse y no revertir. Según un reciente estudio criminológico desarrollado en el Reino Unido, durante el confinamiento los ciberdelitos repuntaron de forma dramática. En particular, los ciberfraudes (50,9 %) y las intromisiones ilegítimas en el entorno digital o hacking, ya sea en un ordenador personal (77,4 %), en redes sociales o e-mail (54,3 %). Estos datos se suman a una tendencia general que ya era preocupante.

Es común sostener que gobiernos, empresas y particulares deberían hacer los deberes e invertir de forma decidida en ciberseguridad. Los costes económicos, reputacionales y personales son inmensurables (debido a la cifra negra del ciberdelito). Y lo serán más si se tienen en cuenta los cambios en los patrones diarios de miles de personas. 

En muchas ocasiones la tecnología es un motor imponente del cambio social, pero, en la coyuntura actual, el distanciamiento social forzoso empuja todavía más a abocarse a entornos tecnológicos para los que muchos no están preparados. Falta formación a todos los niveles. Mucha y de calidad. En efecto, el miedo al contacto amenaza incluso el trono del dinero en efectivo como principal método de pago en el mundo. Nuestra vida cotidiana está migrando al ciberespacio. En realidad, no se trata de una migración, sino que el hábitat del ser humano es ya completamente híbrido: nuestro yo-real y nuestro yo-digital se entremezclan sin solución de continuidad. Ya no sabemos hacer nada sin el apoyo de la tecnología. Este cambio sociológico se ha convertido, sin duda, en una mutación antropológica sin precedentes, afectando nuestra manera de pensar, procesar información y sentir, decidir e interactuar. Somos distintos.

 

"Es necesario educar y concienciar desde pequeños para prevenir, proporcionando píldoras formativas constantes, a modo de vacuna y anticuerpos que eleven los niveles de autocontrol frente a la ingeniería social y la desinhibición que genera la tecnología".

 

En este nuevo contexto, la vulnerabilidad de cualquier persona, se haya dejado llevar hasta entregarse del todo por lo irresistible o simplemente trate de sobrevivir con un uso minimalista de las TIC, está a la intemperie. Como señalaba Marc Goodman: “Cuando todo está conectado, todo el mundo es vulnerable”. Hemos dejado muy atrás la sociedad líquida porque, más allá del estado gaseoso, todo está mediado por lo digital, generando un intercambio de fluidos (mejor, de ceros y unos) constante e inexorable. Vivimos en un melting pot del que difícilmente saldremos y donde nuestra identidad y seguridad se halla en riesgo: ¿Qué es mío y qué me ha entrado de afuera?; ¿cómo sé que en la era de un IoT y Big Data galopantes mi yo-digital no se verá afectado ante cualquier desaprensivo?

Ha llegado la hora de salir al paso de un estado colectivo de ingenuidad o imbecilidad alarmantes. Parece como si no quisiéramos ser conscientes del tsunami. Las reglas del juego han cambiado y seguimos sin enterarnos. Vivimos en el Far West paseando de la mano de Alicia en el país de las maravillas. La criminalidad organizada se frota las manos y ella sí que ha apostado por lo más rentable: ¿Qué negocio es más opaco (no trazable), seguro (no perseguible, pertrechados en paraísos cibernéticos) y lucrativo (por los efectos multiplicadores de un solo ataque)?

Algunas empresas (aquellas que pueden) sí han invertido, aunque no lo suficiente. Haría falta, a mi juicio, involucrar más a dos sectores: el sector educativo y el propio sector de las empresas tecnológicas.

Es necesario educar y concienciar desde pequeños para prevenir, proporcionando píldoras formativas constantes, a modo de vacuna y anticuerpos que eleven los niveles de autocontrol frente a la ingeniería social y la desinhibición que genera la tecnología. Es imprescindible reducir los espacios de oportunidad criminal mediante un diseño inteligente de la tecnología, de forma que se construyan espacios de convivencia e interacción seguros, a modo de cortafuegos. Todo ello, a la espera de una mejora sustancial de los medios de ciberpatrullaje policial y de nuevos instrumentos de investigación 2.0. Es necesaria toda la artillería porque las amenazas solo pueden ir a más. Y si no, al tiempo.
 

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