En primer lugar, tengo curiosidad respecto al antes y el después de una persona que se sumerge en el universo de la literatura y toma como profesión la escritura. ¿Cuáles aspectos cree usted que han cambiado en su persona desde que se volvió escritora?
Qué buena pregunta, porque si bien, uno puede sentir y ver los cambios, rara vez nos detenemos a pensar en los verdaderos cambios…Viajar más, por ejemplo, que es lindísimo y que es un cambio interesante que te da, sobre todo cuando has publicado y tenés la suerte de que el libro tenga una respuesta, los viajes se activan y eso te abre también la comprensión del mundo, pero ese es un cambio digamos externo.
Rara vez nos detenemos a pensar en los cambios internos, aquellos que se operan de un modo sutil pero constante y que van generando la verdadera mutación de nuestra existencia. Yo pienso que tomé, muy temprano en mi vida, la decisión de abrazar la literatura. Cuando tomé esa decisión, como digo, incluso prematuramente, en el sentido de que había publicado muy joven, pero todavía... no había entendido bien los bemoles del campo cultural, los sinsabores, el camino largo, que había sido por lo menos para mí, largo y con las dificultades que conllevan.
Entonces desde ese momento me parece que lo que cambia de manera fundamental es la mirada del mundo, vas entendiendo que lo humano es complejo. Escribir te hace entender que mitos manejamos de manera conveniente, como por ejemplo la idea de qué es lo normal, qué es una persona normal. De repente, explorar un personaje y sus contradicciones se vuelve una herramienta bastante didáctica para entender que la normalidad es un mito.
Entonces yo creo que ese fue el cambio más importante para mí, entender mi escritura como una ontología, una forma de vivir.
Me gustaría entonces, ahondar un poco más en la catarsis que usted vive constantemente al escribir sus obras y cómo con el paso del tiempo esa catarsis la ha experimentado internamente. ¿Ha habido aspectos negativos o positivos?
Bueno, está la escritura (por ella siento un amor incondicional) y está la vida de escritora, que es una dimensión paralela a la escritura. Y la vida de escritora, en mi caso, ha tenido muchas dificultades, a mí me ha costado publicar afuera de mi país.
Me pasó con mi último libro que me ha abierto muchas puertas, me ha permitido conectar con lectoras, lectores que jamás imaginé, sintiendo el abrazo recíproco porque dicen “en tu cuento encontré una respuesta que estaba buscando” entonces, se siente ese amor, ese cariño. Pero también a veces la catarsis sucede sin que se dé el estímulo externo.
Entonces, esta decisión de hacer de la literatura también parte del sentido de mi vida, no todo el sentido, pero una gran parte, tiene que ser sin garantías, como la vida misma. No tenemos nada garantizado en la vida, ni la felicidad, ni el amor. Entonces, como la literatura no me prometió nada cuando la hice parte de mi existencia, esa premisa ha sido muy liberadora, ha sido una catarsis.
¿Cómo nació esa idea o esas ganas de convertirte en escritora?
Bueno, siempre digo que tuve la enorme fortuna de crecer en una tribu lectora que eran los adultos de mi casa, mis abuelos, mis tíos, mis padres. Solamente que, por temas de acceso cultural, de hegemonías, de periferias, nosotros vivíamos en una provincia muy cerrada, lo que yo leía pues no era canónico; sin embargo, el acto de imaginar y de gozar de la lectura lo aprendí ahí, en esa tribu.
Además, por ejemplo, los cómics que leía, yo los pintaba, los subrayaba, después la misma revista pasaba a mi tío, tenía manchas de grasa y un resto de lápiz labial de mi madre. Eran textos marcados con las huellas de los demás, con las huellas lectoras y recuerdo eso con un sentimiento entrañable, porque digo, eso es leer.
Por ejemplo, recuerdo que mi madre coleccionaba las revistas Vanidades, Cosmopolitan, esas revistas donde había, antes el contenido de esas revistas era como más interesante. Había una vez un reportaje sobre Simone de Beauvoir, me acuerdo, y mi madre aprovechó ese reportaje.
Era sobre el amor extraño entre Simone de Beauvoir y Sartre, y había una gran foto de ella. Y mi madre me dice “mira qué hermosa se ve con su sombrero”. Tenía un sombrero francés. Me dice, “se ve hermosa porque es escritora”. Entonces ella me trabajaba la mente con la idea de que ser escritora era un camino deseable.
Entonces, así fue, fue un deseo transubjetivo de alguna manera, pero que se hizo célula de carne en mí y desde muy joven, pues ese fue el camino. Yo creo que a los 20 años ya tenía bastante claro que ese y no otro era mi camino.
Me parece algo bueno y muy bonito, porque yo tuve el privilegio de que mi padre es un lector activo, le encanta la historia, la política y siempre me indujo a leer. Sin embargo, es evidente que no todas las familias tienen ese privilegio de tener a sus padres para que los induzcan o los guíen por ese camino de la lectura que es muy valioso.
Es así, claro. Las nuevas propuestas mediáticas te alejan de eso. O claro, puedes leer un Kindle, un e-book. Claro que puedes leer, pero se vuelve tan privado. La relación está mediada por un soporte virtual, te pueden pasar el archivo, pero no es lo mismo. No hay nada como tocar y oler las páginas, cuando prestas un libro a veces vos podés sentir el perfume de la otra persona, los apuntes que hace la otra persona.
Bueno, ahora cambiando un poco de tema, me gustaría que me contaras un poco acerca del antes, durante y el después de cuando escribes una novela.
Pues antes empieza como una idea todavía en formación, un deseo que... es nebuloso, muy neptuniano. Pero que sé por dónde va mi interés, pienso en un personaje y digo, a este personaje le pasa esto. Y eso empieza a crecer dentro de mí, la vida de este personaje. Si es una novela, pienso quiénes forman parte de este mundo y qué hacen, me lleva mucho tiempo. Hasta que no tengo más nítido cuál es la vida del personaje, cómo es...yo no empiezo mi proceso de escritura. El antes es como un pequeño informe.
La novela que acabo de terminar, por ejemplo, es sobre una mujer que ha sido abducida por un ovni y claro cuando yo empecé a desear escribir sobre ese tema ni siquiera me atrevía a decirlo en voz alta porque me iban a decir “pero qué cosa o sea cómo vas a escribir una novela sobre eso” “falta seriedad”. Pero entonces, siempre recuerdo que debo obedecer con honestidad a mi deseo, sino pues no hay escritura, lo que hay es impostura, lo que hay es escribir sobre el mandato del mundo externo.
La escritura es la que va desenvolviendo ese ovillo, ahí está el proceso, el durante, el confiar en que la escritura tiene secretos para revelarte. La escritura como un proceso donde la palabra que lleva a otra, la idea que lleva a otra.
Es como si hablara por sí sola.
Sí, es muy fenomenológica la escritura, entregarme a eso, para mí es no sólo experimentar el arte, sino que estoy experimentando un proceso filosófico con la escritura, tiene algo para decirme mientras escribo. Pero para llegar a eso también tengo que venir cargada, ya cuando he tenido como el concepto, el concepto más claro de quién es el personaje y qué le ha pasado, la escritura lo que va a hacer es mostrarme cómo responde el personaje a este gran conflicto y es su respuesta lo que justifica la novela, las respuestas del mundo de otros personajes lo que justifica escribir.
Cuando llego ya al proceso de escritura, vengo con cosas investigadas. Es decir, el secreto que me va a revelar la escritura no es algo que yo pueda encontrar en Google. Ya hice mi búsqueda en Google, yo. Ya leí libros, ya vi documentales sobre el tema. En fin, entré a un mundo que está ahí como información y traigo todo eso, incluso si no lo pongo, está ahí.
Ya cuando acabo el texto viene el después y el después es como, que sé yo, digamos que estás en una fiesta muy linda y es hora de irse y afuera hace frío, son las tres de la mañana y te toca entrar a esa realidad otra, ¿no? De volver a la realidad, solo que ahora hace frío, cuando llegaste a la fiesta estaba rico el clima. Entonces, ese frío de cuando terminé esta novela que me llevó años, desde la pandemia hasta hace poco. Los dos primeros días en ese retorno a la realidad convencional, me sentía físicamente muy mareada, como siempre digo, como si me hubiera bajado de un barco después de una larga travesía. Y eso claro, era porque había perdido el eje, o no es que lo había perdido, es que lo había apartado de mí. El eje que me sostenía en todo ese tiempo, que era ¿a qué hora voy a poder escribir hoy? Y anotar en papelitos o en mi diario para no olvidarme de algunos datos o de mi archivo de la computadora.
Era como todo un mundo que me esperaba, ¿no? Y de pronto ya está, ya terminó. Me mareé muchísimo dos días. Entonces venía el proceso, digamos, que no depende tanto de uno que es, ¿y ahora qué hacemos con esto? ¿Dónde publicamos? ¿A quién le va a interesar? Uno empieza a imaginar como si fueras una madre y tu hijo va a ir a la guerra ¿Qué le va a pasar al pobrecito? ¿No le va a caer un misil supersónico? ¿O va a poder regresar vivo?
Ese desprendimiento del texto y de ahora “querido texto, te toca defenderte”. Es un proceso también que te retorna a las arenas movedizas de la relación con el mercado; por ejemplo, con las editoriales. A la noción de si tenés buena suerte o no, este concepto que parece menor, el de tener buena suerte, pero que a veces determina una carrera literaria.
¿Y en el proceso en que el libro entra al mercado, como tú dices, sólo queda la suerte?
Bueno, la suerte con toda la semántica que le implica, ¿no? Si tenés un buen tejido social, digamos, social del mundo literario, eso puede ayudar mucho. Si tenés una amiga escritora que te ayuda, que tiene buenas relaciones con un editor que te interesa, te puede hacer de puente, por ejemplo, si tenés un agente o una agente literaria, le toca a ella hacer ese trabajo, pero pasa también que, las editoriales a las que ella toca la puerta con la mejor de las intenciones, tu libro no quepa en el concepto de ese catálogo, entonces va pasando el tiempo y si recibís muchas negativas te podés desanimar. Ahí solo queda, como siempre digo, el amor incondicional al arte y saber que tu libro se va a publicar en el mejor lugar para él.
Teniendo en cuenta de que tú has escrito varias obras que toman distintos temas, ¿podrías definir tu estilo en un solo género?
Bueno, ya sabés que las reseñas culturales, la crítica, ha consensuado en llamar gótico lo que hago junto al trabajo de otras escritoras. Pues yo creo que el gótico es parte del fantástico, es como una mano artrítica hermosa que sale. Y por eso prefiero decir que mi literatura, si la describo a un género, es el fantástico, con sus cambios, con sus actualizaciones para este siglo, pero es el fantástico. En el fantástico, me parece que hay una voluntad artística, una premisa relacionada con una poética, más que con la temperatura es una poética en toda su complejidad, y prefiero decir que mi obra está dentro del fantástico.
Bueno, ahora tocando un tema de pronto un poco más fuerte en temas sociales y políticos, la mujer latina ha vivido por procesos conflictivos y ella es sobreviviente de muchas violaciones a sus derechos y sobreviviente de injusticias por parte del patriarcado y de la sociedad a través de la historia. Entonces, ¿cuál crees que son los retos que la sociedad debe superar para vivir de manera más justa o ser amigable hacia la mujer?
Son muchos. Y yo creo que una de las cosas que debemos superar es creer que algunos modelos funcionan para todo el mundo, para todas las culturas, digamos. Por decirte que una forma de pensar y de ser feministas debe ser adoptada en todas partes, ¿no?
Si venimos con una propuesta súper radical, lo que vamos a hacer es generar una gran distancia con esa mujer. También creo que otra cosa es ofrecer, lo que pasa es que también siempre pensamos que el pensamiento de libertad, las propuestas de igualdad, de mejora para las mujeres vienen de arriba para abajo y otra vez repetimos el modelo colonial. Siempre son mujeres que saben más, activistas que, por supuesto o han estudiado o han tenido la oportunidad de formarse en la escuela de la vida, pero como que tienen herramientas ya procesadas, metabolizadas y obviamente quieren ayudar a otras mujeres, pero sin querer se produce el modelo jerárquico de “yo sé algo que vos no sabés y quiero ayudarte”.
Y entonces, el gran desafío creo que es ese, cómo hacer que sea en los núcleos culturales, en las etnicidades, en los grupos sociales, en los pueblos, en las sociedades, cómo hacer que el deseo de una justicia, una libertad, mejores relaciones entre sujetos sociales, hombres, mujeres, niños, adultos... nazca del seno de esos grupos, para que otra vez no se repita el modelo colonial, de viene alguien de afuera a enseñarme cómo ser libre y cómo ser más igualitario. ¿Cómo hacerlo? Porque de otro modo, el modelo se repetirá. Yo creo que en ese caso la educación, parece un cliché, pero la educación sigue teniendo la gran responsabilidad de hacerlo desde los centros de la escuela. También entender que la educación no es solo la escuela, es el hogar, el modelo de padre que uno tiene, el de madre.
Entonces, es tan estructural el tema que me siento balbuceando cosas, porque yo no tengo las respuestas, sé que la educación es la herramienta de liberación y lo sabemos desde hace muchísimo. Creo que ejecutarla con respeto al otro, a sus procesos, entender que los procesos de liberación y de igualdad no suceden de la noche a la mañana. Son procesos largos que toman generaciones y no castigar a los sujetos que por X o Z se resisten. Entender que esa resistencia es parte del proceso, yo creo que eso es importante, esa suerte de paciencia comprometida.
Llegamos a nuestra última pregunta, ¿tienes algún proyecto a futuro?
Bueno, acabo de terminar esta novela y cómo te decía, fueron días de sentirme así, me he bajado de un barco, dónde está la gravedad, qué es este mareo, qué es este perder. Y bueno, esa sensación más extrema ha pasado. Ahora me siento agotada, leo, pero escribo poquito porque sé que tengo que guardar además la energía para volver a la corrección final. Y es un proceso muy demandante, pero una vez recicle esa energía, porque no quiero volver a sentirme también como fuera de esa órbita o de lo que los orientales llaman el TAU, ese centro.
Entonces, sí tengo en mente un proyecto que quería escribir antes de esta novela y lo empecé. Tengo unas páginas, unas 25 páginas de ese proyecto, lo abandoné porque me di cuenta de que no estaba totalmente lista emocionalmente, que necesitaba un proceso de duelo más largo y es un texto semiautobiográfico. Que quiero escribir para intentar dialogar con mi hermano que falleció el 2018 y cómo un suicidio en una familia, en este caso en la mía, reconfigura también cosmovisiones, cómo entender y amarlo a mi hermano desde el texto, entonces recuperarlo desde la literatura.
Y ese es un proyecto que tengo, que ya voy a retomarlo, pero como te digo, hace unos añitos lo tuve que dejar porque dije no, no estoy bien.
*Lina León es estudiante de Lenguas Modernas y periodista de Catarsis.
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