8M: día de conmemoración a la mujer trabajadora

Sociedad
Por
Elisa Marcela Lamas Mendoza y Anamaría Ropero Barbosa.
Marzo 16, 2021 Comparte

*Este texto es una nota de Opinión. Catarsis es un espacio abierto para discutir los temas de coyuntura cultural y social. Las opiniones de este texto no representan a Catarsis ni a la Universidad Ean.

 

Desde comienzos de febrero del 2021 comenzaron a aparecer y a difundirse, por medio de las redes sociales de múltiples colectivas feministas de la ciudad de Bogotá, flyers que invitaban a las mujeres a ser parte de la movilización por el día de la mujer trabajadora que se realiza anualmente el 8 de marzo. En dos de los flyers que encontramos, pudimos observar que se convocaba a marchar desde dos puntos de concentración hacia dos puntos de llegada distintos. Uno propuesto por la colectiva Somos Un Rostro Colectivo que partía desde el Parque Nacional hasta la Plaza de Bolívar, que estaba compuesto en su mayoría por las que conocemos como feministas regulacionistas; y otro propuesto por el Bloque Feminista Radical 8M desde el planetario hasta el Monumento a La Pola, compuesto por las feministas radicales y simpatizantes. La diferencias de estas dos colectivas se centran en temas como la prostitución, la pornografía y el género. Las primeras buscan una regulación de estos temas; las segundas buscan la abolición de las mismas.

Nosotras tomamos la decisión de marchar junto al Bloque Feminista Radical debido a que, desde nuestra perspectiva individual en torno al feminismo, la teoría radical es con la que más empatizamos, al menos en sus generalidades. No obstante, con esta crónica no pretendemos adentrarnos en el debate sobre el feminismo, sino relatar nuestra experiencia dentro de la movilización del pasado 8 de marzo en el marco de la pandemia y de lo que ocurre en las redes sociales. 

Llegamos alrededor de las 4:00 pm y la movilización convocada desde el Parque Nacional ya había comenzado a andar. Al inicio vimos una formación extensa de mujeres policías, que estaban a su vez cubiertas por otro grupo igualmente extenso de hombres policías. Nuestra primera impresión al ver este panorama fue de asombro porque, en comparación con otras movilizaciones del 8M, nunca habíamos visto tantos policías antecediendo la marcha. El motivo por el cual presenciamos esto fue que no alcanzamos a llegar a tiempo a ninguna de las dos concentraciones, pues la séptima estaba cerrada gracias a que la movilización ya había empezado a circular. Sin embargo, esto nos resultó ventajoso, ya que pudimos vincularnos con el grupo de las conocidas como feministas regulacionistas y caminar con rapidez para alcanzar al también conocido Bloque Separatista. Pudimos ver que en el primer bloque se encontraban, en su gran mayoría, mujeres, algunas personas trans, disidentes del género y algunos hombres. Había pañuelos verdes, morados y carteles con frases alusivas al feminismo, acompañados por banderas trans y de la comunidad LGBTQ, y había otros grupos con banderas de lo que parecían ser organizaciones mixtas de estudiantes y trabajadores. Mientras caminábamos con rapidez, también nos dimos cuenta de que ya había una gran cantidad de murales y pintas en los edificios de las cercanías a la estación Museo Nacional.  

  8M Por Laura Villamizar 8M Por Laura Villamizar

8M Por Laura Villamizar 

 

Ingresar a este primer bloque de marchantes nos suscitó una gran emoción. El ambiente estaba colmado de energía, felicidad y entusiasmo, pero al tiempo de la #DignaRabia con la que se cantaban las consignas con las que se conmemoraban los años de álgida lucha en contra de las violencias hacia las mujeres y las personas pertenecientes a colectivas disidentes del género. Sin embargo, no tardamos en llegar al planetario del cual también ya se había empezado a mover el bloque de las radicales. Allí nos encontramos con un grupo de amigas con las que nos unimos al grueso de la marcha. Nos motivó ver rostros conocidos. Así mismo, vimos con gran sorpresa que estábamos rodeadas de una cantidad incalculable de mujeres participantes del bloque, cosa que no se había evidenciado durante las movilizaciones del 25 de noviembre ni del 8 de marzo del año pasado, donde el primer bloque del que hablábamos lo triplicaba.  

La estética del bloque separatista no era muy distinta de la que llevaba el bloque regulacionista, pero sí se alcanzaban a ver las diferencias en las pintas que cada grupo realizaba. La marcha seguía su camino y a la altura de la 23 con séptima, donde queda el Teatro Esmeralda Pussycat, se detuvo un momento. Aquí un grupo de mujeres feministas abolicionistas de la pornografía atacó este cinema por ser un recinto en el que se proyectan cintas con este contenido desde 1986. Hubo grabaciones de este acontecimiento e incluso fueron publicadas en las redes sociales de la alcaldía: https://twitter.com/GobiernoBTA/

Acto seguido, la marcha siguió su rumbo, bajó por la calle 22 y se tomó la carrera décima en sentido sur hasta la Avenida Jiménez, por donde subimos hasta la séptima. Durante este recorrido se sentía la emoción y el apoyo entre las mujeres que se encontraban en el bloque. Todas iban cantando consignas, otras realizando pintas en las calles y locales, algunas también rompiendo estaciones de TransMilenio y enfrentando a hombres que les hacían comentarios desagradables. En la voz de las mujeres se sentía el fervor de la lucha que durante este día se tomaba las calles del centro, lo cual nos permitía ver que en el fondo las aquejaba un deseo por vengar a sus amigas, familiares y conocidas que habían sido víctimas de la violencia patriarcal. Muchas con sus rostros tapados llevaban el ideal de responder a esta, llenas del coraje que alguna vez les negaron, por los medios de la fuerza y las vías de acción.  

En la Avenida Jiménez con carrera séptima, en las inmediaciones de la Iglesia de San Francisco, se unieron los dos bloques que venían movilizándose por diferentes rutas. Hubo un pausa en ese punto, donde se realizaron varios actos simbólicos. Entre ellos, se quemó la puerta de dicha iglesia. Ese momento fue tensionante porque se sentían varias emociones al mismo tiempo: acabábamos de vivir un acto disruptivo del espacio público muy impactante y la policía comenzaba a acercarse alarmada por la creciente llamarada bajo la que quedaba oculta la puerta del emblemático recinto religioso. No fue hasta que el fuego invadió la mirada de todas las presentes por su inmensidad, que el ESMAD comenzó a dispersar la marcha por medio de bombas aturdidoras. Por supuesto, toda la marcha comenzó a correr en dirección a la Plaza de Bolívar para alejarse de ese lugar. Nosotras no fuimos la excepción.  

Pudimos llegar, aunque algo asustadas, a la Plaza de Bolívar. Allí encontramos una parte de la marcha que componía el primer bloque, el concierto feminista y un homenaje compuesto por fotografías a mujeres asesinadas en nombre del machismo. La plaza se fue llenando a medida  que pasaba el tiempo y llegó a estar colmada de la energía de todas las mujeres que se habían movilizado por el 8M. Nos llamó la atención que en este punto ya no era perceptible la diferencia entre ninguno de los dos bloques que en un principio se habían identificado. No obstante, había un grupo más pequeño de mujeres del bloque separatistas que sí había alcanzado a llegar al Monumento de La Pola, pero por la efervescencia y la emotividad de este momento no atendimos a las redes sociales, en donde este grupo había anunciado que se encontraban en el punto de llegada. Así, solo nos enteramos de esto hasta que llegamos a nuestras casas después de la extenuante jornada. En las redes sociales se sentían, desde antes de la movilización, los aires ideológicos que influenciaban, parcialmente, a cada grupo. Durante la pandemia se acrecentó el debate entre radicales y regulacionistas, principalmente por medio de Twitter. En esta red social había una gran tensión en la que las discusiones tendían a acalorarse con rapidez y a caer en la violencia verbal, generando incluso más rupturas de las que se habían evidenciado en años anteriores dentro de los mismos medios. Esto parecía augurar enfrentamientos dentro de la movilización, algo que sí había ocurrido durante el 25 de noviembre, que de igual forma fue un motivo de debate dentro de la red social mencionada. Sin embargo, a diferencia de lo esperado, nosotras no fuimos espectadoras de ningún encuentro violento entre las partes de cada bloque, sino que por el contrario sentimos un ambiente de autonomía en el que ninguno de los grupos mostraba interés en opacar al otro. Vale aclarar que, aunque nosotras no presenciamos encuentros de ese tipo, no podemos asegurar en esta crónica que no los hubo. Pero, en todo caso, destacamos que esos quebrantos ideológicos que son tan preponderantes con respecto al feminismo en redes no fueron un obstáculo a la hora de enfrentarnos al enemigo común que en últimas movilizaba a ambas aglomeraciones: el patriarcado encarnado en el Estado.  

Del mismo modo, como suele ocurrir luego de una manifestación, en las redes sociales hubo personas poniéndose en contra de los actos llevados a cabo durante las manifestaciones: defendiendo el Teatro Esmeralda Pussycat -desconociendo, en consecuencia, las motivaciones de esta intervención-, condenando los actos en los que resultaron las paredes rayadas y las puertas rotas, las sucursales bancarias destruidas, las iglesias, entre otros establecimientos. Nosotras vemos estas declaraciones como un claro ejemplo de la miopía que tiene gran parte de la población civil –al menos bogotana– ante la realidad social en la que estamos sumergidas. Ya que no ven la razón de ser de estas intervenciones, pues son en esencia la respuesta a esa violencia patriarcal a la que hemos estados sometidas en nuestro contexto: la iglesia como institución que ha tenido múltiples casos de pederastia, las implicaciones negativas que tiene la pornografía en el imaginario colectivo, el acoso callejero cotidiano y los feminicidios que no se detienen. Así pues, aunque el feminismo en redes se ha procurado un cuerpo grande y firme que resiste a estas críticas, podemos ver cada vez con más claridad que la realidad de las mujeres está lejos de ser una preocupación para muchos; de ahí que nos resulten miopes.  

Todo esto que compone la dicotomía entre el mundo virtual –en el que estamos más presentes ahora que nunca– y el mundo ‘real’ condiciona múltiples cosas de las que no se escapa la lucha social. La virtualidad ha roto muros comunicativos que antes vimos inquebrantables, como el de la discusión teórica que para muchas personas es fundamental para toda lucha social. Las redes, en efecto, han logrado juntar muchas más voces de lo que podían otros espacios, pero al tiempo ha hecho del debate algo poco comprometedor.  

Las pantallas nos hacen ajenos a los rostros y la presencia de los demás, haciendo que sea fácil desertar o ignorar grandes y difíciles discusiones que determinan el futuro de las organizaciones sociales. Estas cosas constituyen algo que, por lo menos bajo nuestra óptica, es más problemático que reparador a la hora de observar las consecuencias que tiene en la convivencia social. La facilidad que representa parece también mostrar una cierta volatilidad de los discursos en los que está puesta una gran parte de la integridad de las poblaciones que están involucradas en ellos, poniendo no solo en riesgo su esperanza política, sino también siendo algo que frena el avance de sus procesos. Sin embargo, nosotras vemos también como una ventaja el poder identificar las falencias de los movimientos sociales de una manera tan inmediata, pero nos preguntamos cómo evitar que tal cosa siga creciendo como un problema en lugar de convertirse en una herramienta eficaz eventualmente.  

Finalmente, queremos destacar que la movilización fue un espacio amplio en el que se pudieron manifestar diferentes posturas desde diferentes lugares. Por medio de la acción directa se cumplió el objetivo de llamar la atención de quienes ignoran o desconocen estas luchas sociales. Fue una marcha que no se detuvo a pesar de estar en medio de una pandemia, sino que por el contrario, incentivó a reflexionar sobre lo que significan los trabajos de las mujeres durante esta. La fuerza, la valentía, el honor, la memoria, la justicia y la resistencia son las características que más pudimos evidenciar en el cantar de las mujeres que, en medio de sus diferencias políticas, decidieron juntarse al unísono para llamar la atención de la gente de a pie. 

El 8M las mujeres conquistamos el centro de Bogotá y queremos seguir luchando por nuestro proyecto político como feministas.  

 

* Elisa Marcela Lamas Mendoza y Anamaría Ropero Barbosa son estudiantes de filosofía en la Universidad Nacional de Colombia; Elisa es también estudiante de Estudios y Gestión Cultural en la Universidad Ean.

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