Las prácticas sostenibles que nos deja la cuarentena

María Cristina Rodríguez
María Cristina Rodríguez
Asesora en Pensamiento Creativo
Sostenibilidad

El mundo se vio obligado a parar debido a la coyuntura por la COVID-19; aunque la incertidumbre y la falta de control nos abrumó al enfrentarnos a los primeros cambios, hoy caminamos del sufrimiento a la aceptación y con esto creamos nuevas posibilidades. 

Nuestra cotidianidad acelerada, que nos obligaba a vivir en un mundo sin habitarlo, sin valorarlo y sin percibir su magia, se vio pausada y las dinámicas exteriores fueron llevadas a la intimidad de nuestros hogares a causa del aislamiento.  

La cantidad de estímulos que nos abrumaban en un mundo exterior, que iba tan rápido y no nos permitía vincularnos emocionalmente con la realidad y experimentarla, disminuyeron notablemente para permitirnos filtrar aquello que hoy acapara nuestra atención.  

Las puertas de los hogares se cerraron, pero el mundo se reabrió para muchos y volvimos a habitarlo. El deseo de conectar con la vida nos llevó a reverdecer nuestros espacios, buscando plantas, hierbas aromáticas y demás opciones caseras para cultivar el asombro y el cuidado. La compañía de las plantas, incluso para muchos, aportó serenidad y calma en momentos donde la ansiedad tocaba la puerta.  

Atender a nuestras dinámicas cotidianas nos permitió ser sensibles, incluso con los desechos que producimos. La separación en la fuente se abrió ante nuestros ojos, al no poder escapar a la realidad de cuanto desecho producimos y no gestionamos. El mundo nos abrió nuevas posibilidades para tener mejores prácticas en casa. 

El compostaje nos devolvió la comprensión sobre las dinámicas de la vida misma, al entender que todo se transforma, que lo único constante es el cambio, que aquello que muere deja frutos y que lo importante radica en crear condiciones que conduzcan a la buena vida

 

“Mientras más vulnerables nos encontramos, más receptivos estamos a transitar hacia nuevas formas de ser y hacer, a desaprender”.

 
 

Aquellos que tuvieron la oportunidad de detenerse a ver caer la lluvia reconocieron la simpleza, pero al mismo tiempo el gran valor de recoger un poco de agua para regar plantas, lavar pisos y realizar otras actividades secundarias. En otros casos, el placer consciente de sentir y agradecer las gotas de agua durante un baño nos llevó a reducir el tiempo en la ducha. 

Quitamos la coraza que nos protegía frente al ruido externo porque lo único que encontramos fue silencio. Mientras más vulnerables nos encontramos, más receptivos estamos a transitar hacia nuevas formas de ser y hacer, a desaprender.  

La invitación es a habitar el mundo en este instante, a descubrirlo. Realmente vivirlo y permitirnos ver más allá de lo que normalmente observamos. A desacelerar el alma para llenar el vacío con creatividad al servicio de la vida. A enfocar nuestra atención en cómo desde casa podemos tener prácticas más amables, consideradas y dinámicas, que existen pero no hemos querido experimentar, o que tal vez no existen pero están listas para emerger, siempre y cuando reconectemos con la magia de la vida cotidiana... siempre y cuando nos permitamos ser creadores conscientes de bienestar y cuidado.   

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