Ser resilientes en tiempos de crisis
Paula Andrea Senior Mesa
Docente de la facultad de Psicología - Universidad Ean
Junio 9, 2020
Actualidad
Teníamos vendados los ojos, pensábamos que la vida estaba en una cómoda y mediocre perfección asociada a una dependencia económica, afectiva y social.
De repente nos abate un fenómeno social que nos hace ver desde otra perspectiva la vida de la cual nos jactábamos o que, por el contrario, desdeñábamos. La pandemia en la que vivimos actualmente sacudió los más profundos niveles de nuestras estructuras de pensamiento y creencias, llevándonos a un desajuste a todo nivel, desde lo esencial a lo superfluo.
Arrastrando como almas en pena el pasado, vislumbramos un futuro catastrófico, aferrándonos con las uñas de la esperanza de volver a lo simple que hoy entendemos como la causa de la más profunda felicidad: el abrazo de los padres, la risa de los amigos, el olor del perfume del ser amado, los paseos largos sin destino e infinidad de placeres diminutos e inconmensurables. Así pasan nuestros días entre el miedo, las añoranzas y la esperanza, un conflicto interno entre lo que fue, lo que es y lo que puede llegar a ser.
Aun así, nuestra vida sigue, como un ímpetu que busca emanciparse de la enfermedad, de las restricciones y del sinsabor del dolor. Con la fuerza del huracán que entra a los pulmones y del magma que corre por las venas, que lucha dando gritos de victoria al final del día; a pesar de todo, seguimos abrazando con el alma a nuestros padres, a carcajadas nos encontramos charlando con nuestros amigos, la memoria nos sigue trayendo como una bocanada de aire fresco el recuerdo del ser amado y desempolvamos fotos de nuestros viajes a cualquier lado.
En esta tierra la vida sigue, el ser humano sigue caminando, porque está en su sangre sobrevivir y adaptarse, está en su espíritu crecer, correr, volar, imaginar y crear un futuro, porque no hay límites para el frenesí de la vida, porque somos resilientes, aprendemos de los errores y construimos milagros.
"No hay límites para el frenesí de la vida porque somos resilientes, aprendemos de los errores y construimos milagros".
Ahora bien, si de esta experiencia queremos salir con una versión triunfante de la historia, hay que sembrar y cultivar el fruto de estas tres semillas: la semilla de la perseverancia, la de seguir el camino por amor a la humanidad, seguir incansablemente esas rutinas que, aunque desgastantes, permiten la supervivencia; la semilla de la paciencia, para esperar el retorno a la nueva normalidad, al cambio permanente de las nuevas rutinas de relacionarnos, estudiar, trabajar y existir; la semilla de la compasión por los demás y por sí mismo, la que permite extender la mano a quien lo necesita para entender el dolor, la frustración y el miedo que se vive dentro de ti y dentro del otro.
Entonces, continuamos caminando en este camino interior, fortaleciéndonos desde nuestras habilidades, desarrollando los potenciales, mientras creamos y nos apropiamos de una nueva dinámica de existencia, de vivir en sociedad, porque este camino no se anda solo, este camino es creado por la construcción colectiva de realidad, de situaciones que se fusionan y se complementan, tan diversas como cada pareja, familia, grupo de trabajo o de amigos, y de ahí el hermoso crisol en el que se funde la diversidad humana, que al final es nuestro soporte, nuestra guía y nuestra esperanza.
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