Dicen que la vida es como una taza de café: la clave está en cómo la preparas y en cómo te la tomas. Ronald Valero, el mejor barista de Colombia, quizá entienda a qué se refiere exactamente este adagio popular y por qué esta infusión oscura tiene, desde hace más de 500 años, el poder de cambiar culturas enteras.
A este eanista, estudiante de séptimo semestre de Administración de Empresas, le pasó: el café le cambió la vida drásticamente hace 13 años. Para ese entonces, acababa de cumplir la mayoría de edad y empezaba, gracias a una casualidad, una prodigiosa carrera en la reconocida compañía colombiana Juan Valdez, donde ha ido de ascenso en ascenso hasta alcanzar el título de barista líder y representar al país en importantes eventos.
Por la mente de este bogotano, de 31 años, jamás pasó la idea de convertirse en un experto en la bebida insignia de Colombia y mucho menos creyó que todos sus sueños, uno a uno, se irían cumpliendo gracias al oficio que hoy desempeña.
“Soñaba con conocer el mar, montar en avión y viajar”, dice. “Mi trabajo me ha permitido cumplir esto y hasta más; todo lo que he querido se ha hecho posible”, insiste.
El primer acercamiento de Ronald al café fue a sus 12 años, cuando vio en la venta de tintos una posibilidad de reunir unos cuantos pesos y costear así sus caprichos de adolescente. Fue una tarea dura, confiesa, pero afirma que si no hubiera sido por ese impulso emprendedor que siempre lo caracterizó, hoy no estaría donde está.
“La señora que vendía tintos en la plaza de mercado donde mi papá trabajaba, siempre sacaba un fajo de billetes cuando los clientes le pagaban. Y, entonces, dije: ahí está la plata (risas). Compré un termo, un panelón y un café, y empecé la venta”, relata el barista, con un tufillo a nostalgia que deja en evidencia la importancia de estos recuerdos en su vida.
La venta de tintos llegó a su fin pronto, pero fue un salto a otras pequeñas ideas de negocio que le darían a Ronald la posibilidad de ver la vida con otros ojos, de entender que el éxito se trata de no desanimarse nunca.
Bananos, manillas, churros y chocolates; Ronald vendía lo que fuera con tal de sentir la satisfacción de cubrir sus gastos e, incluso, los de su hermano menor. “No quería que él tuviera las mismas necesidades que yo tuve a su edad. No quería que le hiciera falta nada, ni que en el colegio lo sacaran de clase por no haber pagado, como siempre me pasaba a mí”, asevera.
A sus 17 años, Ronald ya se había independizado y continuaba apoyando económicamente a su hermano. Cada emprendimiento en su vida se lo debe a sus ganas de ser cada día mejor y de hacer siempre la diferencia con sus acciones. “Eso se lo heredé a mis padres, quienes nos inculcaron el trabajo y la constancia”.
El reencuentro con la semilla irresistible
En el 2005, el destino volvió a unir a Ronald y al café. Fue un encuentro vertiginoso e inesperado, tanto como el éxito que desde entonces experimentaría el protagonista de esta historia. Trabajaba en ese tiempo en una tienda de comidas rápidas, en la cual se desempeñaba como mesero, asador de arepas y cajero.
Acompañar a una amiga a recoger un cheque en una temporal de empleos, daría un giro a sus planes y resultaría en el inicio de una vida laboral en Juan Valdez.
“Yo estaba esperando a mi amiga y, por error, la recepcionista me preguntó que si iba para entrevista. No lo dudé y le dije que sí… Me hicieron seguir y presenté las pruebas”, dice. Tras un par de horas y algunas peticiones –como cortarse el pelo largo que hasta ese día tuvo–, Ronald pasó a una segunda fase del proceso de selección y, días después, empezó su labor en dicha compañía.
“Inicié en las mesas y limpiando. Luego pasé a la caja y después a la barra. Me metí cada vez más en el tema del café y terminé haciendo reemplazos a los baristas”, señala.
La historia de Ronald en Juan Valdez siguió creciendo y en cuestión de meses ascendió aún más: pasó de auxiliar administrativo a auxiliar administrativo encargado, y luego a administrador. Finalmente, tras algunos años de capacitaciones, viajes y concursos, se convirtió en entrenador y barista.
Actualmente, Ronald es barista líder de Juan Valdez, el encargado de entrenar al personal nuevo y a los capacitadores de la compañía sobre todos los procesos de siembra, recolección, preparación y presentación del café.
Estas cualidades son, precisamente, las que le han permitido a Ronald participar durante siete años en el Campeonato Nacional de Baristas –del cual fue campeón en el 2013 y el 2017– y representar al país en el exterior en cuatro ocasiones.
¡Por el título de campeón mundial!
El próximo 20 de junio, Holanda recibirá a Ronald y a sus dos entrenadores extranjeros en el World Barista Championship, un evento que reúne, durante cuatro días, a expertos de café de todos los rincones del mundo.
Es la segunda vez que este eanista representa al país en este campeonato. Tendrá que destacarse entre 60 baristas más y lucirse ante siete jurados que evaluarán su conocimiento en temas relacionados con café. La rutina será de 15 minutos, en los que cada concursante deberá preparar 12 bebidas y explicar, paso a paso, cómo lo hizo.
“Me avalúan todo, hasta la forma en como sirvo el agua. El discurso que debo hacer es en inglés y todo lo que diga debe ser coherente con el sabor y la presentación del café”, explica.
El entrenamiento ha sido arduo, día y noche, domingo a domingo. Este eanista ha tenido que repartir su tiempo entre su preparación para el Mundial, sus estudios en la Universidad y, por supuesto, su principal motor: su hijo Esteban, de tres años.
En los últimos días, además de preparar su rutina para el Mundial, Ronald Valero se ha dedicado a lo que sabe hacer mejor: soñar. Esta vez, dice, quiere ser el campeón mundial de baristas. “Tenemos el mejor café del mundo, así que quisiera que quien lleve ese título sea un colombiano, que sea yo”, concluye el joven eanista.
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