¿Y qué pasó con el río Cauca? La alarma continúa 

Los primeros dos meses del año, Hidroituango ocupó las primeras páginas de la prensa colombiana. Como suele suceder con los eventos que se vuelven mediáticos, suenan unos días y pasan al olvido.

Sin embargo, este tema no solo revivirá con las decisiones jurídicas que se tomen al respecto, sino que debería estar muy presente en la agenda de los colombianos, por sus inminentes repercusiones. Mientras tanto, vale la pena reflexionar sobre el alcance que este evento tuvo sobre uno de los ríos más importantes del país: el río Cauca. 

En primer lugar, es claro que no se tuvieron en cuenta los estudios existentes para determinar el impacto ambiental que una obra como la represa de Hidroituango podría tener.

Así mismo, al ignorar que el proyecto se alzaría sobre un macizo rocoso y altamente fragmentado y erosionado, también se desconoció el hecho de que una construcción (subterránea o superficial) era propensa a debilitar aún más ese macizo, haciendo inevitable una emergencia como la ocurrida.

De entrada, intentar controlar un río parecía una hazaña. Por lo mismo, se pasó de una emergencia por desbordamiento, a un represamiento del río, que llevó casi a su desaparición. Luego, se abrieron de nuevo las compuertas de la presa y se empezó a vertir las aguas de manera controlada… pero la historia no ha terminado.

Sumado a ello, aparecieron los errores de ingeniería. Por un lado, el taponamiento de los dos túneles de desviación y, por otro, la no recolección del material vegetal que debía llevarse a cabo antes del llenado de la represa. Para rematar, la discusión se ha desviado hacia aspectos políticos y económicos, dejando de lado los aspectos técnicos que deberían ser prioridad en este momento.

El daño dado a conocer por los medios de comunicación difiere mucho del real. Lo que está sucediendo en el río Cauca es mucho más grave de lo que parece y, sin duda, la responsabilidad debe ser compartida entre EPM, la empresa a cargo de la obra y, probablemente, la ANLA por no haber ejercido un control sobre la licencia ambiental que dio al proyecto.

Entonces, urge implementar los planes de contingencia y empezar a evacuar a la población que pueda verse afectada, pues si el macizo rocoso se vuelve a debilitar o el muro de la represa se rompe, estamos hablando de casi 3 millones de metros cúbicos de agua que arrasarían con todo lo que encuentren a su paso. Es obligatorio pensar en los impactos derivados de una nueva catástrofe.

Son acciones que deben tomarse ya o ya, porque si bien es cierto que el proceso de recuperación del río puede tardar de 2 a 3 años, nos encontramos prácticamente a la vuelta de la esquina de una nueva tragedia. No perdamos de vista que si en septiembre u octubre, épocas de lluvia, el río aumenta su caudal, la catástrofe podría ser aún mayor.

Sin embargo, lo más cuestionable es que las acciones del plan de contingencia no han sido la prioridad de los involucrados. La empresa encargada continúa realizando el llenado de la represa y la construcción del muro, abandonando el foco del problema, con sus posibles consecuencias. Al parecer, es necesario un show mediático mayor o una tragedia de incalculables proporciones para que todos reaccionemos.

Ojalá, en un futuro, este río no sea solo parte de la historia y vengan nuestros hijos a preguntarnos: ¿Y qué pasó con el río Cauca?