Fútbol y cultura: Entre la pasión y el desdén

Sociedad
Por
Michael “El Turco” Puertas.
Octubre 20, 2020 Comparte

“¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”

Eduardo Galeano - Fútbol a sol y sombra (1995)

 

En la historia reciente de mi vida el camino me ha cruzado con muchos tipos de personas, de costumbres, de hábitos y hasta de creencias. Con ellas cuales he coincidido en diversas ocasiones, pero en un par de ocasiones he encontrado también a algunas personas con una clara reticencia a una de las mías: ser un futbolero empedernido, un enfermo de la pelota, un hincha furibundo. Esto no solo me costó enemistades, sino que también, alguna vez, confrontarme de palabra con un profesor que veía en el fútbol una némesis del proceso de formación intelectual y que al verme con una camiseta de la Selección Colombiana y la bandera Tricolor enfundada en la maleta, no tuvo mejor idea que condicionar mis saberes a estar “alienado” por un sistema y “alimentado como borrego” por un “elemento de distracción” que poco aportaba a la cultura de una sociedad, al menos desde su visión.

Me sentí atacado. De la misma manera quería responder el golpe, pero no encontraba alguna manera de demostrarle –o mejor, de enrostrarle- que fútbol y cultura podían ir de la mano. Unos días después, Youtube me llevó a “El viejo y el árbol”, un cuento de autoría del Escritor, Caricaturista y “Canalla” Roberto Fontanarrosa y actuado de forma magnífica por Luis Brandoni. En este muestran en los ojos de sabiduría de un anciano las expresiones de las arte que se manifiestan mientras se juega un partido de fútbol entre amigos, pero sin perder la esencia de lo pasional, emotivo y hasta injusto que suele ser el fútbol; que es justamente lo que nos lleva a los hinchas a esa relación de amores y odios sin punto de equilibrio.

Empecé a recordar esos momentos vividos en un estadio, en un bar, en una casa, solo, con amigos… pero todos, cada uno de ellos, con el fútbol como gran motivador. Los cánticos desenfrenados con una tribuna cayéndose a pedazos, los viajes en la carretera, los recibimientos con rollos de papel, globos y pólvora, los asados, las fiestas, las noches de decepción por derrotas tan amargas como el descenso del América un 17 de diciembre, o aquella definición por penales ante los Ingleses en el Mundial, las alegrías por los triunfos y las copas, todo aquello, como un ritual, como una tradición arraigada a mi vida. Y es que, en esencia, eso es la cultura. Ese conjunto de tradiciones, hábitos y costumbres que nos forja como seres individuales, pero que a su vez nos convierte en parte de un colectivo. Es eso que nos genera identidad y pertenencia, es eso a lo que nunca renunciaríamos, aun cuando el escenario sea totalmente distinto al que estamos acostumbrados.

Aunque el fútbol no se represente como un elemento de reconocimiento tan exquisito como la pintura, el teatro o la música, para quienes lo tomamos como estilo de vida, y lo sentimos y lo vivimos de esa manera, tiene elementos que nos permiten disfrutarlo de esa forma. Y, lo más importante, nos libera. Nos genera esa sensación de libertad, desahogo y  emoción que la rutina, o el desgaste de la vida misma, nos pone en el camino.Sí, tal vez no es tan enriquecedor para el intelecto como lo puede ser una película de Kubrik o Polansky, una novela de García Márquez o Vargas Llosa, o una pintura de Picasso o Dalí, pero es un estado emocional. La efervescencia propia de la batalla deportiva, la sensación de gloria cuando se gana, la frustración que se presenta en la derrota; esos estados, amigo lector, también son cultura. Son los escenarios más propicios para el descubrir de la persona desde su esencia, desde lo que lo hace ser, más que hacer.

Voy terminando esta pequeña catarsis saludando a aquel que se identifique con esa identidad, independientemente de si los colores que defiende y alienta son los mismos y distintos a los míos, porque a pesar de ese hecho diferencial, las maneras de sentir al fútbol son muy similares, y a los que no, quiero invitarlos a que, por lo menos de arranque, descifren desde el saber esos elementos que convierten a este deporte en un elemento de construcción de cultura. Más allá de la manipulación mediática que este reciba o de que algunos estamentos del orden nacional se aprovechen de su popularidad solamente para sacar réditos personales o “tapar” las injusticias que como sociedad se ciernen sobre cualquiera de nosotros y que de verdad nos afectan como ciudadanos.

Bienvenidos entonces a esta forma de entender el mundo, de apropiarse de una pequeñísima parte de él, de tener la libertad de sentir, de creer, de emocionarse, porque a pesar de todo lo que nos pueda caer encima, siempre nos quedará esa esperanza de volver al domingo siguiente cuando de nuevo nos juntemos a ver a 22 personajes salten a un rectángulo verde a patear un balón y uno de negro corriendo detrás. Esa esperanza, esa pizca de fe, se refleja en la siguiente frase:

“Es solo un poco de placer, es el asesinato de noches de falsas victorias” – Matías Barzola, relator Argentino
 

Un abrazo a todos, y nos volveremos a encontrar. 

 

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