2018, ¡con pena y con gloria!

"La vida no es dejar que pase la tormenta. Es aprender a bailar bajo la lluvia".
— Vivian Greene, (1905 - 2003).

Imagínate que hoy es lunes 31 de diciembre de 2018, estás enviando mensajes y abrazos cargados de buena energía, con una sonrisa desbordada porque este año ¡pasaste con pena y con gloria! Y piensas: “Sí que pasó con pena (con retos, con esfuerzo, con reveses), pero también con gloria (con logros, con victorias, con crecimiento)”. ¿Te gustaría que fuera así? ¡Te propongo un reto! Que el 2018 sea recordado por los anaqueles de tu historia personal como un año en el que tomaste la decisión de expandir tu capacidad personal a niveles que no sabías que podías; en el que te atreviste a soñar lo que no habías soñado e inspiraste a otros a hacerlo, y en el que ejerciste intencionalmente el poder que tienes sobre tu vida y la vida de los demás.

Claro, no hay gloria sin pena. Un deportista de élite dedica un 87% de su tiempo a entrenamiento, mientras que el 13% restante es competencia. Diseña su vida entera en función del reto que se fijó, lo que requiere un entrenamiento riguroso, alimentación balanceada, descanso suficiente, autoevaluación y formación permanente. La pena se trata de enfocar la acción desde la definición de quiénes debemos ser para lograr lo que deseamos.

Así que si quieres vivir y estudiar en otro país, tendrás que mejorar tus calificaciones, subir el nivel del idioma extranjero, conseguir los recursos financieros; si quieres aumentar la contribución de tu empresa en el negocio de tus clientes, tendrás que preguntarte qué resuelves mejor que tu competencia, si tus clientes lo perciben y hacer lo que haga falta; si quieres bajar esos kilitos de más, tendrás que comprometerte con organizar tu tiempo, ser disciplinado en el ejercicio que disfrutas y comer saludable.

La diferencia la hace tomar el control de nuestro tiempo, orientar nuestras decisiones y precisar el foco de nuestra atención y nuestra energía. Nos exige, sí o sí, salir de la aburrida zona cómoda; vulnerarnos para pedir ayuda y reconocer que no sabemos; equivocarnos y volver a empezar; sacar cosas de nuestra mochila que ya no necesitamos y ocupar ese espacio con nuevos aprendizajes; pasar más tiempo con personas que van por lo mismo que nosotros y nos enseñan de sus experiencias; huir de la ‘carreta’ para correr a la acción.

¡Wow! ¿Es en serio? Lo siento, nadie dijo que iba a ser fácil, son retos. Y un reto es un objetivo difícil de llevar a cabo, que constituye por ello, un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Si fuera fácil no sería reto, o sería un reto muy pequeño para nuestros talentos únicos, dones únicos y habilidades únicas.

Te propongo que te tomes un espacio y diseñes tu Hoja de Ruta 2018. Define quién vas a ser en el 2018, en qué retos te vas a enfocar y qué acciones te conducirán a superar esos retos. Si te gusta dibujar, maravilloso; si eres más de Excel, súper; si prefieres contar la historia de tu año mes a mes, fantástico. No importa el recurso que utilices, hazlo visual, sácalo de tu mente –ahí es donde se quedan atrapados los sueños–, y ponlo en un lugar que visualices permanentemente, porque en esa visualización vas a ir ajustando y aterrizando tu recorrido.

¡Imagínate, es el plan del capítulo Año 2018 del libro de tu vida!  ¿Quieres ponerle un título? 2018, ¡Superman se quedó corto!, 2018, ¡Ténganse que aquí voy!, 2018, ¡con pena y con gloria! El elemento clave es el seguimiento riguroso que hagas de tu Hoja de Ruta, por lo que te sugiero que destines un día de cada mes para revisar qué ha pasado, qué avances has tenido y qué ajustes necesita tu plan. Recuerda que tu Hoja de Ruta es dinámica y la escribes cada minuto de tu vida, ¡no esperes al 31 de diciembre para evaluarla!

Este año, es año de pasar con pena y con gloria, ¿te atreves a empezar ahora?