Extracto de la raíz

Escritura
Por
Brandon Rodrigo Garrzón
Octubre 16, 2021 Comparte

Y si de la melancolía lloras el alambre de púas que se alimenta de la piel de un niño. Y si lloras la esperma de cisnes que engendran el miedo en las uñas. Y si tu pluma absorbe la tristeza de los huesos y ya no sabe invocar el aleteo de una flor. Y si tu pluma se revienta y ya no sabe cuál es el color de tu sangre. ¿Para qué escribir? Le preguntaste una vez en un sueño a un hombre que sostenía un arpa de ceniza. Yo no escribo. Le dijiste. El que escribe es otro y ese otro remienda su carne para después suicidarse.  

Buscaste la melancolía para refugiarte en las vocales que se vistieron de lija y se deformaron. Atrapaste los ecos que penetraron las grutas y la palabra, tu palabra llegó enferma. La herida del ser no te fue consolada. La herida del yo te acarició el tedio. ¿Cómo salvarse de sí mismo? Te preguntaste. La melancolía te rasguñaba la garganta y la voz trémula que no quería salir. Te arrancaste las heridas para llamar al tiempo. Tiempo sin peso. Tiempo de inocencia. No pudiste ver. Un espejo te dejó ciego. ¿Y el habla? El habla lo perdiste. Los sonidos de las velas se evaporaron sin ti. Los escorpiones desmembraron sus aguijones para dárselos como ofrendas de muerte a ancianos. Te hiciste el anciano que cuenta las estrías de la carne y sobre la carne te inyectas la desesperación. Tú melancolía. Te hiciste el pulpo que guarda en un cofre las frases que aún no eran pero que esperabas liberarlas de su grito pronunciado. Sí. Pese al intento fatuo de escribir intentaste con tus manos, con tus miembros, con tus pulsaciones y con tus sexos lo que absorbían tu dolor y tú melancolía y tu mente. Intentaste pintar las paredes de hielo para construir tu feliz mausoleo. Tus paredes intentaron ser amadas, aunque la asfixia se hizo constante. Te hiciste niebla para absorber tus poros. Tus pulmones temblaron en el cristal del significado. Te fue difícil hallar los vocablos idóneos para navegar. Por eso te arrastraste en otros y robaste. Te lubricaste y aprendiste de las formas, pero nunca el sentir. Tú que escuchaste los sucesos que hacen el vaso o que transformaron la jirafa en árbol. Tú que amamantaste tus letras con las venas que te fueron toteadas desde la infancia. Tú que sustrajiste el veneno de las uñas de la memoria y la transformaste en tinta. La tinta te clavó alfileres en las encías. Te preguntaste. ¿Sientes, Brandon? Te retorciste. Te contestaste siento, pero nunca sé cómo sentir. La espuma de mil ancestros te besó. El instante melancólico clavó una flecha en el agua. El instante melancólico invitó ser observado. ¿Qué es lo efímero? Tú espejismo se dibujó en el rostro de tu madre al nacer. La tierra se desdobla. Los pájaros anidan sonrisas en hojas de papel. Te persigues en un laberinto que se nombra lenguaje. Te persigues en un laberinto que se nombra yo. ¿Y las ideas? Las ideas tienen costras de sal. Una idea te crio. ¿Qué más podrías ser? La memoria es el habitáculo donde el encierro cobra su orfandad.  

 


*Brandon Rodrigo Garzón Ruge es fotógrafo y estudiante de Creación Literaria. 

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