Elogio al buen burócrata

Sociedad
Por
Miguel José Rujana
Marzo 6, 2023 Comparte

Patricia Ariza es una de las gestoras culturales más importantes del país. Su trabajo como fundadora del Teatro La Candelaria y del Festival de Teatro Alternativo y el de Mujeres en Escena por la Paz dan cuenta de su compromiso con el desarrollo de las artes y del teatro colombiano. Ahora bien, su nombramiento como ministra de Cultura en el gobierno de Gustavo Petro me causó gran sorpresa. Porque mi impresión (y hablo acá desde mi experiencia como abogado que apoyó procesos de la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura durante unos años) era que la maestra Ariza era un ser antiburocrático, entendiendo burocracia como el conjunto de procesos complejos propios de la gestión pública. ¿Cómo alguien que manifestaba tanta incomodidad y desagrado ante los procesos públicos podría desear ocupar un cargo como funcionaria pública? 

Mi prejuicio fue confirmado, de cierta manera, cuando se hizo el primer gran anuncio de la entonces ministra: se presentaría un proyecto de ley para cambiar el nombre del Ministerio de Cultura por Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes MiCASA. Este gesto simbólico me permitió entender que la prioridad de su gestión iba hacia lo conceptual, haciendo énfasis en los principios que regirían ahora en el sector cultura. Puede que este gesto se haya considerado necesario, para enviar un mensaje de total ruptura con el imaginario filosófico del gobierno Duque y la economía naranja. MiCASA sería un nuevo nombre que permitiría separar a este nuevo ministerio de las visiones tecnocráticas de la gestión cultural y de la “mercantilización” de la cultura, como se calificaba al proyecto naranja del gobierno anterior. Iniciar una gestión planteando el debate filosófico sobre la concepción hegemónica de “LA cultura” vs. la coexistencia de múltiples expresiones culturales y saberes ancestrales como componente esencial de la identidad nacional, significó un giro de 180 grados respecto del foco de las industrias creativas como principal contribuyente al PIB. 

Ahora, si la pregunta es si una visión o acercamiento es mejor que el otro, la respuesta solo puede estar en el ojo del observador. 

Lo que sí es cierto es que en la misionalidad del Ministerio de Cultura se conjugan los dos acercamientos. Los principios filosóficos del sistema normativo del sector cultura son el pilar sobre el cual se desarrollan los proyectos y programas técnicos del Ministerio. Es decir, el Ministerio de Cultura no es ni un centro de pensamiento sociológico antropológico que se hace preguntas sobre el concepto de cultura, ni una incubadora de emprendimientos naranja. Es un poco de los dos y, para los enemigos del concepto naranja, úsese industrias creativas como lo establece la UNESCO. 

Yo creo que la misionalidad del Ministerio es clara tanto para el gobierno Petro como lo fue para el gobierno Duque, muy a pesar de los imaginarios que, voluntaria o involuntariamente, para bien o para mal, los funcionarios de MinCultura transmitieron a les colombianes. No es en vano que, durante las dos administraciones, tanto Carmen Vázquez como la Maestra Ariza tuvieron que pelear con Hacienda para que no se eliminara el sistema complejo de exenciones tributarias que a lo largo de los años se han creado para incentivar el sector cultura. Además, fue la ministra Ariza quien tuvo incluso que defender las deducciones tramitadas ante el Congreso por el gobierno Duque en el marco de la creación de COCREA. Tal vez no toda la gestión naranja resultó tan mala.   

El Ministerio de Cultura es una entidad sui generis. En su centro está el fomento de las diferentes expresiones culturales, artísticas y saberes ancestrales. Para poder lograr este objetivo, se debe entender que los fines del servicio público van más allá de las discusiones filosóficas, sociológicas y antropológicas sobre lo que es cultura. La gestión pública se materializa a través de programas y políticas claramente definidas y ejecutables y, para esto, se necesita entender que el instrumento de ejecución de esas políticas es un aparato burocrático, muchas veces desdeñado por artistas. Esperemos que quien vaya a ser la nueva Ministra pueda comprender que para crear un espacio para todas las culturas y los saberes, es fundamental también ser un burócrata eficiente.  


*Miguel José Rujana es abogado, Magister en Propiedad Intelectual de la Universidad de los Andes y Magister en contratación privada y pública, de la Universidad Santo Tomás. Cuenta con amplia experiencia en el sector real, firmas de abogados y entidades públicas en asuntos relacionados con propiedad intelectual, gestión pública, derecho comercial y societario y contratación con entidades públicas. Fue asesor jurídico de la dirección de artes del Ministerio de Cultura. Miguel es profesor de cátedra en la Maestría en Gestión de la Cultura de la Universidad Ean en el área de política pública y derechos de autor.

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