Del 24 al 26 de mayo, Bogotá se convirtió en el epicentro de la moda colombiana con la realización del Bogotá Fashion Week (BFW) 2024. Este evento no solo deslumbró con sus pasarelas nocturnas, sino que también abrió espacios de diálogo cruciales para la industria. Las noches capitalinas se iluminaron con los desfiles que destacaron a compradores y empresarios de marcas colombianas que están marcando tendencia. Pero BFW fue más allá: se convirtió en un foro para debatir y repensar conceptos como "¿Qué es la moda latinoamericana?", conversaciones entorno a la sostenibilidad ambiental en la industria, la descolonización, junto con cómo la ropa promueve y refleja movimientos o ideologías sociales.
Históricamente, Latinoamérica ha sido vista como un destino exótico, un mero fondo para fotos donde modelos europeas contrastan con ruinas y lugares arqueológicos. Esta mirada colonial ha establecido clichés desde los años 50 y 60. ¿Es que el diseñador latinoamericano solo puede conectarse con el folklore o el tropicalismo? En las charlas del BFW se cuestionó si debemos abandonar ese tropicalismo que nos identifica afuera o simplemente aprovecharlo, sin que esté entre en disputa con otras formas de hacer diseño. Además, se recordó que la moda latinoamericana también son productos masivos como los jeans o las fajas que por cierto son muy colombianas.
Asimismo, hubo lugar para temas de conversación entorno a la responsabilidad ambiental y social en la industria de la moda. Uno de los más destacados fue el fast fashion y como este nos deshumaniza y genera en ocasiones indiferencia entorno al origen de la ropa. En particular, como el marketing entre otras diciplinas influencia en nuestras decisiones de compra, ya sea para promover el consumismo extremo o popularizar temas como la ropa de segunda mano. Por ello, también se presentaron iniciativas basadas en la creación de ropa con desechos y como estas se usan en fundaciones como Juntos Se Puede, para ayudar a migrantes venezolanas a crear su propia marca.
Vale la pena decir que históricamente la moda es un reflejo y, a menudo, un catalizador de sus procesos sociales. La Revolución Cubana de los años 50 y 60 es un gran ejemplo, debido a que fue altamente estética, donde elementos como las boinas, tabacos y barbas, más allá de ser simples piezas, se convirtieron en símbolos de moda que encarnaban los ideales revolucionarios. Incluso se mencionó cómo en los años 70, Chanel realizó un desfile en Cuba, evidenciando esta fascinación global por la estética revolucionaria. De igual forma, estos símbolos todavía los vemos en la actualidad, en la cual otro gran ejemplo es el pañuelo verde que ha trascendido para convertirse en un símbolo feminista de la autonomía de la mujer en Latinoamérica.
En cuanto a la descolonización de la moda en el centro y Sudamérica, se discutió acerca de esta tendencia emergente junto con la variedad de artículos y movimientos entorno a la misma. Igualmente, se destacó el simbolismo de los accesorios relacionados con los derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y su salud reproductiva lo que resalto la conexión con los territorios y el desarrollo de una moda consciente de su dimensión política y social, capaz de movilizar masas. Aunque siempre habrá diferentes interpretaciones, las nuevas generaciones de diseñadores muestran nuevas inquietudes y una mayor consciencia.
Es evidente que Colombia ha avanzado significativamente en la moda. Desde los años 90, con políticas de apertura económica, se buscó parecerse a Europa. Sin embargo, hoy, después de décadas, se entiende el valor de exportar ropa de calidad y como gracias a eventos como este se generan espacios de innovación, divulgación, debate y presentación de la moda del país. Sin duda, BFW es un escenario donde la industria colombiana brilla, no solo por sus diseños, sino por su capacidad de repensarse y redefinirse.
* Luna Herrera estudiante de gestión cultural, periodista y editora de Catarsis
*Juanita Izquierdo Moreno estudiante de lenguas modernas, periodista y editora de Catarsis
