Una EANista con berraquera santandereana

Una eanista con berraquera santandereana

Oriunda del municipio de Guavatá, ubicado en el sur del departamento de Santander, Zoraida Fontecha llegó a Bogotá cuando tenía 15 años. No trajo consigo nada más que una larga lista de sueños por cumplir, en la que –solía decir su mamá– es la ciudad de las oportunidades.

Han pasado 35 años desde entonces. Hoy, siendo una cincuentona, como ella misma dice entre risas, se siente satisfecha por su labor como madre de dos hijas y tranquila por la vida que ha construido en la capital.

Contrario a lo que pensaba cuando era una adolescente, su paso por Bogotá no ha sido fácil. Desde su llegada, tras huir de la guerra que azotaba la tierra que la vio nacer, ha trabajado incansablemente. “Donde podía trabajaba, de día y de noche. Salía de un trabajo a otro”, cuenta con la voz entrecortada y los ojos empañados por algunas lágrimas.
 

“Hoy en día me da gusto hablar de lo que he logrado, pero a la vez siento tristeza cuando recuerdo los sacrificios que tuve que hacer”, agrega.


Hizo una parte de su bachillerato por radio, tiempo después de haber arribado a Bogotá. Luego, cuando consiguió trabajo en un almacén de calzado, terminó sus estudios escolares en horario nocturno.

Zoraida ha dedicado los últimos 16 años a trabajar en servicios generales en diferentes compañías. A ese trabajo, insiste, le debe sus mayores logros: haberles dado estudio a sus hijas y estar a punto de pagar la totalidad de la deuda que adquirió para comprar la casa donde hoy vive.

Sus hijas, precisamente, son la razón de sus esfuerzos. Marisol, de 27 años, y Maira Alejandra, de 24, hoy le agradecen a Zoraida por la dicha de realizarse como profesionales. “Me separé del papá de ellas cuando eran unas bebés; sacarlas adelante sola y ganando un mínimo fue complicado”, relata.

Se unió a la familia eanista

La llegada de Zoraida a la Universidad Ean se dio hace dos años, justo cuando la marea en la vida de esta aguerrida mujer empezaba a bajar. “Ver a mis hijas profesionales y trabajando, me quitó un peso de encima. Ahora me siento un poco más tranquila”, asegura.

De lunes a viernes, Zoraida sale de su casa hacia las 4 a.m. Vive en Soacha-Compartir, así que tiene que disponer de tiempo suficiente para tomar un microbús que la lleve a San Mateo y luego un TransMilenio que la deje en la estación Mártires; el viaje le toma dos horas de ida y dos de regreso.

En los pasillos de la Institución, a Zoraida se le conoce por su amabilidad y disposición para ayudar a los estudiantes y funcionarios. Dice que, por estos días, su intención no es otra que ser mejor persona.
 

“En esta labor uno tiene buenos y malos días. Hay quienes te tratan bien hoy y mañana no. Así que he decidido tomar solo las cosas buenas de los demás”, señala.

Dice, además, que en la Universidad se siente a gusto, pues el ambiente académico que se respira es acogedor. “Me gusta mi trabajo, así me quede tan retirado de la casa. Aquí la gente es más educada y humanitaria”, señala.

Así, entre ires y venires, Zoraida Fontecha se ha convertido en una eanista. Su historia enmarca la de muchos colaboradores de esta institución, que con entereza y esmero trabajan a diario para que todo marche bien.

A Zoraida y a su equipo de Servicios Generales, ¡gracias por la entrega y paciencia en su labor!


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